La maldición
Ella nunca supuso que él la “madrugaría”. Él la vio, desde
que comenzó el baile y se le fue acercando sigilosamente, aprovechando la
oscuridad, hasta quedar pegado a ella. Cuando la tocó y le dijo hola, ella
sintió la alegría inmensa de verlo y comprobar que había cumplido su palabra y
con su mano izquierda le apretó los
pómulos en un gesto de cariño, de tal
modo que sus labios quedaron expuestos en relieve y él como un rayo la besó: fue
un beso robado, un beso corto, apurado, rápido, furtivo, que le iba a costar
muchos sinsabores. Pero qué le importaba a él lo que le costara, después de
haber deseado tanto tiempo poder lograrlo. Por ese beso muchas noches no
durmió, y la pasó urdiendo mil planes posibles sin hallar una solo idea de cómo
llevarlos a cabo.
Quedó en la gitana
una mezcla de amor y odio inconsolables, que solo pudo controlar cuando pudo
lanzar la maldición. Con su anatema consiguió que el osado aventurero capaz de
robarle un beso, nunca más pudiese besar
otros labios y asegurarse que esa boca fuese única y solamente suya, aunque
nunca más los dejase besar sus labios nuevamente.
Quedó en él una mezcla de dulzura y de cruel venganza, ya
que esa maldición era como un regalo de la gitana, pues, si bien nunca más la
podría besar, moriría con la felicidad de haber besado por única vez a quién
más había amado y que ella muriese deseando volver a besar esa boca, la suya,
maldita por ella misma.
asheclownhualot
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