La caramelito
Siempre en noviembre
se abren los primeros jazmines del cabo en mi jardín y su aroma comienza a
impregnar todo el lugar hasta entrar por mi ventana. Hace casi treinta años que
lo planté. Es una planta magnífica que se acostumbró a ese lugar y allí, todos
los años se viste de flores blancas y muy olorosas. Al estar casi en la entrada
de la casa puede observar todo lo que sucede en la calle y a sido principal
testigo de esta historia común ocurrida hace ya unos años en la casa de
enfrente.
Vivía en la casa de
enfrente un señor que tenía unos cincuenta años cuando lo conocí, apodado “el
bombero”. Hombre del interior, de buena pinta, muy entrador, servicial, buen
vecino. Vivía solo pero se decía que tenía esposa e hijo, aunque nunca se los vio
Le gustaba mucho hacer reuniones en las que invitaba a sus amigos, amigas y a
algunas personas del barrio, A mi me invitó alguna vez, pero siempre tuve una excusa para no ir, por que no me
sentía cómodo en ese ambiente, aunque él sin compañía vino a un par de
cumpleaños a mi casa y se comportó de muy
buena manera y educación. Recuerdo muy bien, que en algún momento de zozobra
económica recurrí a él para salir adelante con alguna deuda, devolviéndole
rápidamente el dinero prestado.
En el barrio se comentó
que don Elías, “el bombero”, había violado a una mujer cuando trabajaba de
cocinero, su oficio en la policía, y que luego su causa se “guardó” por que
gracias a su oficio tenía muchos “padrinos”, y algunos debidos favores le
acomodaron el expediente y la causa se anuló.
A partir de eso, la
cosa cambió aun que seguí tratándolo, pero puse cierta distancia, aunque
después comprobé que fue un invento de una de las mujeres más fabuladoras del
barrio, despechada por no conseguir los favores de don Elías. Justamente fue
esta mujer de lengua filosa y muy poca moral, quien le presentó a don Elías dos
hermanas de 13 y 15 años, hijas de una amiga de igual o peor catadura que la
filosa y que acompañó a las mismas a tomar mate la primera vez y varias veces
más, entregándoselas en bandeja al viejo don Elias.
Fue creciendo una amistad y una confianza que
hizo que las chicas se metieran en su casa ya sin la compañía de la mujer
despechada. Y atrás vino la siempre conocida treta de los pequeños regalos y
luego algún dinero para el baile y luego más dinero a cambio de favores bucales
y luego carnales. Para esto, sólo la mayor seguía visitándolo, la otra no fue
más. La cosa es que la piba se metió cada vez más en la casa de don Elías y
éste se metió hasta las orejas con ella y ella cada vez le fue exigiendo más y
más dinero. La cuestión fue que Malva en poco tiempo tuvo su moto nueva, buenas
ropas y dinero en el bolsillo.
Cinco años pasaron y
este hombre un día se enfermó del corazón, lo operaron, se recuperó, pero
después, empezó con otro mal que le atacó en las piernas y que lentamente le
fue quitando movilidad. Sus hermanas y
hermanos venían a visitarlo y le limpiaban la casa, un muy buen chalet, muy
bien hecho y muy bien cuidado. Y trataron de convencerlo de vender la propiedad
e irse a vivir con ellos. Pero don Elías no quiso saber nada de irse de allí,
pues se quedaría sin su querida, la cual lo único que hacía era visitarlo cada
tanto, sobre todo cuando cobraba para llevarse una buena cantidad de dinero.
Sus piernas empeoraron
con el tiempo, entre otras cosas por el mal cuidado y por que había llegado a
un momento de tener que esconder o pedirle a algún vecino que le guardase su
dinero para que no se lo llevase la muchacha ahora de veinte años. Con lo cual
comenzó a pasar necesidades y se lo veía cada vez más flaco y débil, pues comía
muy poco.
Eran terribles las
peleas que se desataban cuando ella venía y después de revisar todos los
escondites al comprobar que no había dinero, lo amenazaba con romperle las
piernas a patadas si no le daba más y
recordándole que el la había hecho puta y que no iba a parar hasta matarlo para
cobrárselo.
Muchas veces, en esa
larga agonía, me crucé con él para hablar y aconsejarle que se fuera con sus
hermanos, que todavía había tiempo para curarse y que la casa la vendiera.
Siempre me escuchaba y me decía “no puedo, no puedo vivir con ella pero tampoco
puedo vivir sin ella, sin mi caramelito”. La última vez que me acerqué fue por
que me mandó a llamar y supongo que impulsado por la muchacha, al enterarse de
mis consejos, me dijo de la peor manera que cómo era posible que yo le quisiera
sacar a su querida. Me levanté y le dije que no iba a tolerar esa patraña y que
si alguien le había llenado la cabeza, yo ya no tenía más nada que hacer ahí y
me fui. Murió un tiempo después en el total abandono, consumido en una voraz
fiebre y pidiendo por “la caramelito”.
La casa nunca fue
reclamada por alguien y al poco tiempo fue ocupada por una familia venida de
una villa, que actualmente sigue viviendo ahí y con los cuales soy uno de los
pocos vecinos con que se tratan
M e acordé de esta
historia por que hoy abrieron los jazmines y a él le gustaba muchísimo su
perfume y en esta época siempre estaba a la espera de recibir de regalo una
flor para el ojal.
asheclownhualot
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