sábado, 13 de julio de 2013

La caramelito


La caramelito



Siempre en noviembre se abren los primeros jazmines del cabo en mi jardín y su aroma comienza a impregnar todo el lugar hasta entrar por mi ventana. Hace casi treinta años que lo planté. Es una planta magnífica que se acostumbró a ese lugar y allí, todos los años se viste de flores blancas y muy olorosas. Al estar casi en la entrada de la casa puede observar todo lo que sucede en la calle y a sido principal testigo de esta historia común ocurrida hace ya unos años en la casa de enfrente.
Vivía en la casa de enfrente un señor que tenía unos cincuenta años cuando lo conocí, apodado “el bombero”. Hombre del interior, de buena pinta, muy entrador, servicial, buen vecino. Vivía solo pero se decía que tenía esposa e hijo, aunque nunca se los vio Le gustaba mucho hacer reuniones en las que invitaba a sus amigos, amigas y a algunas personas del barrio, A mi me invitó alguna vez, pero siempre  tuve una excusa para no ir, por que no me sentía cómodo en ese ambiente, aunque él sin compañía vino a un par de cumpleaños a mi casa y  se comportó de muy buena manera y educación. Recuerdo muy bien, que en algún momento de zozobra económica recurrí a él para salir adelante con alguna deuda, devolviéndole rápidamente el dinero prestado.
En el barrio se comentó que don Elías, “el bombero”, había violado a una mujer cuando trabajaba de cocinero, su oficio en la policía, y que luego su causa se “guardó” por que gracias a su oficio tenía muchos “padrinos”, y algunos debidos favores le acomodaron el expediente y la causa se anuló.
A partir de eso, la cosa cambió aun que seguí tratándolo, pero puse cierta distancia, aunque después comprobé que fue un invento de una de las mujeres más fabuladoras del barrio, despechada por no conseguir los favores de don Elías. Justamente fue esta mujer de lengua filosa y muy poca moral, quien le presentó a don Elías dos hermanas de 13 y 15 años, hijas de una amiga de igual o peor catadura que la filosa y que acompañó a las mismas a tomar mate la primera vez y varias veces más, entregándoselas en bandeja al viejo don Elias.
 Fue creciendo una amistad y una confianza que hizo que las chicas se metieran en su casa ya sin la compañía de la mujer despechada. Y atrás vino la siempre conocida treta de los pequeños regalos y luego algún dinero para el baile y luego más dinero a cambio de favores bucales y luego carnales. Para esto, sólo la mayor seguía visitándolo, la otra no fue más. La cosa es que la piba se metió cada vez más en la casa de don Elías y éste se metió hasta las orejas con ella y ella cada vez le fue exigiendo más y más dinero. La cuestión fue que Malva en poco tiempo tuvo su moto nueva, buenas ropas y dinero en el bolsillo.
Cinco años pasaron y este hombre un día se enfermó del corazón, lo operaron, se recuperó, pero después, empezó con otro mal que le atacó en las piernas y que lentamente le fue quitando  movilidad. Sus hermanas y hermanos venían a visitarlo y le limpiaban la casa, un muy buen chalet, muy bien hecho y muy bien cuidado. Y trataron de convencerlo de vender la propiedad e irse a vivir con ellos. Pero don Elías no quiso saber nada de irse de allí, pues se quedaría sin su querida, la cual lo único que hacía era visitarlo cada tanto, sobre todo cuando cobraba para llevarse una buena cantidad de dinero.
Sus piernas empeoraron con el tiempo, entre otras cosas por el mal cuidado y por que había llegado a un momento de tener que esconder o pedirle a algún vecino que le guardase su dinero para que no se lo llevase la muchacha ahora de veinte años. Con lo cual comenzó a pasar necesidades y se lo veía cada vez más flaco y débil, pues comía muy poco.
Eran terribles las peleas que se desataban cuando ella venía y después de revisar todos los escondites al comprobar que no había dinero, lo amenazaba con romperle las piernas a patadas si no le daba más  y recordándole que el la había hecho puta y que no iba a parar hasta matarlo para cobrárselo.
Muchas veces, en esa larga agonía, me crucé con él para hablar y aconsejarle que se fuera con sus hermanos, que todavía había tiempo para curarse y que la casa la vendiera. Siempre me escuchaba y me decía “no puedo, no puedo vivir con ella pero tampoco puedo vivir sin ella, sin mi caramelito”. La última vez que me acerqué fue por que me mandó a llamar y supongo que impulsado por la muchacha, al enterarse de mis consejos, me dijo de la peor manera que cómo era posible que yo le quisiera sacar a su querida. Me levanté y le dije que no iba a tolerar esa patraña y que si alguien le había llenado la cabeza, yo ya no tenía más nada que hacer ahí y me fui. Murió un tiempo después en el total abandono, consumido en una voraz fiebre y pidiendo por “la caramelito”.
La casa nunca fue reclamada por alguien y al poco tiempo fue ocupada por una familia venida de una villa, que actualmente sigue viviendo ahí y con los cuales soy uno de los pocos vecinos con que se tratan

M e acordé de esta historia por que hoy abrieron los jazmines y a él le gustaba muchísimo su perfume y en esta época siempre estaba a la espera de recibir de regalo una flor para el ojal.


                                                             


                                                                                     asheclownhualot


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